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pronunciarás este proverbio contra el rey de Babilonia y dirás:

«¡Cómo acabó el opresor!
¡Cómo ha acabado la ciudad codiciosa de oro!
Quebrantó Jehová el bastón de los impíos,
el cetro de los señores:
el que hería a los pueblos con furor,
con llaga permanente,
el que se enseñoreaba de las naciones con ira
y las perseguía con crueldad.

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